mi experiencia pesonal
Todos queremos ser mejor de lo que somos, nos gustaría que los demás fueran diferentes, nos gustaría que el mundo funcionara mejor. A menudo imputamos nuestros malestares, nuestra felicidad o nuestra infelicidad a los demás y al mundo y, por lo tanto, en cada uno de nosotros se esconde un deseo interno para cambiar cosas. Y se esconden tantas frustraciones: nos parece que el mundo va cada vez peor así como algunas de nuestras relaciones y, en cuanto a nosotros mismos, a menudo sentimos que seguimos siendo iguales, los mismos de siempre, repitiendo los mismos errores y reaccionando siempre de la misma manera.
Sin embargo, esta reflexión de hoy no está orientada a la búsqueda de nuevas ideas y técnicas para cambiar, ni al mundo ni a nosotros mismos.
Todas las religiones, todas las psicologías, todos los maestros espirituales y no espirituales, nos han dado una cantidad exorbitante de deberes y prohibiciones, instrucciones, técnicas y demás, para que podamos cambiar, ser felices, amar, comprender, hacer bien. Y, si miramos con atencion veremos que nos sentimos abrumados por estas instrucciones, por estas prohibiciones, por este “tener que ser” de una forma u otra: un buen revolucionario o una buena madre; una persona que sepa amar o alguien que sepa encontrar el trabajo adecuado; un “realizado” espiritual o alguien que tiene éxito en la vida.
En realidad, todos estos “deber ser” implican un juicio negativo sobre nosotros mismos: querer cambiar para “mejores” implica obviamente la idea de que somos “peores”, de que tal como somos o como es el mundo, los otros, no es bueno y debemos esforzarnos y seguir bien las instrucciones de Marx, o del maestro Burùn Burundoy *.
Y ademas están los instructores (sacerdotes o maestros espirituales o psicólogos o sociólogos, etc.): aquellos a quienes no les alcanza solo cambiarse a sí mismos, sino que quieren cambiar a los demás y al mundo, y tienen la receta perfecta. Ellos, con mayor benevolencia y seguros de si, buscan discípulos, estudiantes, alumnos o fieles,… a los que intentan convencer que les haria bien convertirse en sus seguidores, estudiantes, fieles,… en fin, que se unen a las filas de los “inferiores”.
El mensaje es que sus recetas los cambiarán, pero claro, no demasiado, para no correr el riesgo de que los inferiores lleguen a su altura, porque sin inferiores no puede haber tampoco superiores, o sea, ellos mismos.
Es una situación endémica, una verdadera pandemia. La epidemia incluye la política, la religión, la psicología, la nueva era y todos aquellos para quienes la evolución interior, el crecimiento psicológico, la conciencia, el amor son el pan que venden todos los días, a menudo a un precio muy alto. Y si no tienes éxito en los objetivos que el maestro ha establecido para tí, es tu culpa: evidentemente no habrás entendido o no habrás aplicado bien el manual. Hay muchas maneras cariñosas y sabias de ser instructor; y luego están los duros e impactantes, pero que tienen su encanto. Mas todos tienen una esencia común: tú individuo, tú humanidad, tú mundo no eres como se debe, estás equivocado, hay mucho que corregir: esfuerzate y haz lo que te digo y tal vez estarás a salvo.
Pero, ¿de qué tenemos que salvarnos? del infierno? ¡Pero ni siquiera el Papa lo cree!
¿De vivir una vida chara e infeliz? ¿De no poder expresar y realizar nuestro potencial? ¿De tener que reencarnarnos nuevamente durante tres mil años antes de acabar con esta pantomima de vida de incompetente espiritual?
¿Has encontrado alguna vez a alguien que te diga con profundo y sabio convencimiento : “… a parte de que no soy capaz, ni quiero hacer nada por ti, en verdad creo que eres perfecto como eres, relájate y si las cosas van mal, encontrarás tú la manera para que vayan mejorando. Pero si quieres seguir así, sin hacer absolutamente nada, ¡está bien! Solo deseo que disfrutes del espectáculo de la Vida de manera sencilla y gratuita. Pero si quieres quejarte y sentirte mal, está bien igual … ”
Parece una provocación, además, contraria al sentido común y luego … ¡de qué púlpito cae la prédica! ¡Los que me conocen están enterados de mi pasado de maestro instructor! Y aun sigo …
Pero procedamos por este camino del absurdo y pongamos todo en tela de juicio, incluso el deseo natural de cambiar que nos aflige.
De hecho, deberíamos decir que Marx o el maestro Burundoy nos ofrecen seguro una visión del mundo o de nosotros mismos esclarecedora, nueva o desconocida para nosotros, en resumen, nos hacen comprender algo sobre el funcionamiento del mundo o de nosotros mismos; y además la cultura implica la comprensión del pasado por lo que se refiere a ideas, tradiciones, formas de vida, y no podemos empezar desde cero cada vez que investigamos algo. Y más aún, lo que nos transmiten los sabios determina un cambio interior, un estímulo para nuestra vida.
De todos modos, hay una diferencia entre entender y dejarse transformar por las enseñanzas recibidas, y ser fieles a las reglas establecidas por los sabios, justamente volverse “fieles”. Una buen estímulo activa, a nivel sicológico, una zona determinada dentro de nosotros: política, psicológica, afectiva, etc. Pero gracias a este estímulo, esta zona tiende a responder con algo propio y no ajustándose a las reglas y a la visión del estímulo.
Un buen sabio es aquel que espera que sus descubrimientos, sus enseñanzas, se conviertan en estímulos para el nacimiento de algo nuevo. Ofrece algo para que alguien pueda tomarlo como una tesis, pero para que luego genere una antítesis y una síntesis personal, y no la adaptación a la tesis que, en cambio, representa la inmovilización, el no progreso: una cultura envejecida que se repite y exige repetición; La ortodoxia, en cualquier esfera que se ejerza, es la muerte del proceso evolutivo, que es un proceso dinámico.
Pero volvamos a nosotros mismos y nuestro deseo de mejorar, es decir, cambiar; Personalmente siento que he recibido una gran cantidad de estimulos, en mi opinión, de alta calidad. He pasado por la fase de los “fieles”, pero ahora estoy constantemente intentando descubrir “verdades”, encontrándolas dentro de mí, y las respuestas que encuentro están libres del prejuicio de cualquier sistema y de sus reglas.
¡Los que buscan, hallarán! Pero hay que saber dónde buscar: ¿dentro o fuera? en tu propia alma, estimulada por las enseñanzas, o en el variado mercado de maestros?
En resumen, creo que el dios Apolo tenía razón cuando le hizo decir a su oráculo: conócete a ti mismo; él no dice que tienes que conocer el catolicismo, el marxismo, la teoría cuántica o Río abierto.
Simplemente te dice “γνῶθι σεαυτόν”: conócete a ti mismo.
¡Y se necesita mucho valor!
* si quieres informaciòn sobre el maestro Burùn Burundoy puedes consultar, en este mismo Blog, el relato sobre el “Congreso interplanetario Amor y Paz”