El mundo de los sentimientos y el Arte

Como ya sabemos, ¡la cabeza y el corazón no hablan el mismo idioma! Y la cuestión del lenguaje no es marginal. El lenguaje no solo nos ofrece la posibilidad de comunicar, nos ofrece, sobre todo, la posibilidad de conocer. Sin un lenguaje, no tenemos la posibilidad de ser conscientes de lo que pensamos o sentimos: trata de pensar en algo, y te darás cuenta de que ese algo se revela a través de la palabra que significa. Esta es la razón por la cual en algunas tradiciones religiosas Dios no puede ser nombrado; porque “El” está por encima de nuestro horizonte mental y no tiene la palabra correspondiente en el lenguaje de nuestra mente.
De todos modos, la mente se esfuerza para explicar los sentimientos, y luego se apoya en nuestra creencia que los sentimientos son los mismos para todos, por lo que otra persona podría entender nuestros sentimientos a raíz de su experiencia.
Pero la mente, por mas que se esfuerce, nunca podrá describir el sentimiento; la experiencia del sentimiento es tan subjetiva e inefable, que nunca podremos conocer los matices, a veces tan inciertos o variables, de los sentimientos de los demás. Cómo puede la mente, que en Occidente está estructurada por la lógica aristotélica, comprender la alternancia de sentimientos, su ambivalencia o sus contradicciones, su sabor en el vientre y el pecho, perderse en lo irracional, en el caos de cuando la mente aún no había aparecido. A menudo nos sumergimos en ese caos que nos atrae y nos enreda. La mente no se lo explica y nos invita a volver del “Es” al “ego consciente”. Pero Nietzsche diría que las estrellas nacen justo de ese caos: luz y belleza.
El sentimiento tiene, por lo tanto, una fuerza de atracción que la mente, con su nuevecita corteza cerebral, ¡ni se lo sueña! Mas por supuesto, el sentir siempre gana, él manda y muchas veces la mente colabora justificándolo y dándole un pasaporte para entrar en nuestro mundo de la razón: “el justo sentimiento”, que tiene todas las buenas razones para existir y manifestarse. Pero a menudo detrás de ese punto de iceberg que reconocemos, hay una masa muy grande y rica de color y sentimiento. Y para esa gran masa no parece haber lenguaje.
Sin embargo, un lenguaje debe existir

Es el arte

A través de la palabra, la forma, el color, el sonido, el artista nos abre a ese mundo inexplicable para el intelecto y, a través de su subjetividad, su sentimiento y su técnica, nos hace comprender nuestros propios sentimientos, los hace visibles y los podemos reconocer. Y entonces nos reconocemos en nuestra totalidad, hecha de cabeza y corazón; porque si no somos conscientes de nuestra realidad completa, viviremos con la mitad de nosotros mismos en incógnita, y ni siquiera nosotros mismos nos damos cuenta de lo que se trata.. ¡Y es una pena! El espectáculo de la vida (como yo lo llamo) está lleno de significados, de maravillas, de bellezas, que solo el corazón puede ver y disfrutar. Es absolutamente necesario practicar ese lenguaje, ese mundo del arte que hace de espejo a la realidad más profunda de nuestros sentimientos.

Sin embargo, el arte se expresa en formas que forman parte de la mitad del mundo que reconocemos con el intelecto: las palabras para el poeta, la forma humana y de las cosas en la pintura, los sonidos para la música, las imágenes filmadas para el cine y así sucesivamente. Pero entonces, ¿cómo es posible que la imagen de una cara, las palabras usuales, nos revelen ese otro mundo? ¡Es una locura!
Es la manía poética sobre la cual Platón nos instruye. Manía significa locura y el mundo en el que queremos entrar es una locura, es decir, más allá de la razón, porque la razón llama loco a todo lo que no responde a su lenguaje. Y Platón las llama “manías sagradas”, pertenecen, es decir, a la divinidad que, como la locura, está por encima de la razón, y la incluye en algo más grande donde la razón teme ahogarse.
Pero el arte nos guía de la mano, a veces nos acaricia, a veces nos abruma, nos sorprende, nos entristece o nos hace regocijarnos, pero siempre nos hace sentir como en casa: nuestro hogar del cual a menudo solo reconocemos la punta del iceberg.

Escuchad esto: es de la poeta Safo (estamos alrededor de 600 aC)

La luna ha desaparecido
las Pléyades. noche
alta.
la hora del tiempo pasa.
Yo duermo
Sola.

¿Desencarnada descripción de la soledad? ¿Recuerdo de un amor? ¡Mucho más! Pero no hay traducción.

Y después de 26 siglos todavía la luna y la soledad: Borges (para mí es el poeta más grande, junto con Leopardi, de los últimos 200 años):
La luna
Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mirala. Es tu espejo.

Es loco, absurdo, que la luna absorba y represente el dolor del hombre a lo largo de los siglos: ¡manía poética!

Cuando mi madre murió, mientras todavía estaba en su lecho de muerte, le leí a mi hija Carolina este pasaje sobre la muerte de la abuela del protagonista de Recherce de Proust:

“ … el ruido del oxigeno había enmudecido; el medico se alejo del lecho. Mi abuela estaba muerta.
Algunas horas mas tarde, Franc. Pudo, por ultima vez y sin hacerlos sufrir, peinar aquellos hermosos cabellos que empezaban solamente a encanecer y que hasta aquí habían parecido mas jóvenes que ella. Pero ahora, por el contrario, eran lo único que imponía la corona de la vejez sobre el rostro suavemente joven de que habían desaparecido las arrugas, las contracciones, los toques de embarnecimiento, los relajamientos que, desde hacia tantos años, le había añadido el sufrir. Como en el lejano tiempo en que sus padres le habían escogido esposo, tenía las facciones delicadamente trazadas por la pureza y la sumisión , las mejillas brillantes de una casta esperanza, de un ensueño de felicidad, de una jovialidad inocente, inclusive, que los años habían destruido poco a poco. La vida , al retirarse, acababa de arrastrar consigo las desilusiones del vivir. Una sonrisa parecía posada en los labios de mi abuela. En aquel lecho fúnebre, la muerte, como el escultor de la Edad Media , la había tendido bajo la apariencia de una doncellita.”

¿Cómo se puede contar lo indescriptible? ¡La divina locura!

No puedo hablar de música porque solo hay que escucharla … Si escuchas la 5 ^ de Mahler una docena de veces, puedes explorar todo el iceberg, ¡ya no queda afuera casi nada y sabrás que el iceberg eres tu!

La última cita es el encuentro entre un pintor holandés del siglo XVII y un gran poeta italiano del siglo XX. Para el arte, el tiempo nunca es un problema: estamos en el territorio de la locura …

Giuseppe Ungaretti comenta sobre una pintura de Vermeer: “la bordadora”.

“la bordadora se inclina sobre su trabajo. Es una mirada que se concentra, es la ausencia de todo lo que no sea ese trabajo, ese movimiento de los dedos que los hilos anudan en gráciles tramas. Los dedos y la mirada jamás dejaran de moverse, con aquel movimiento suyo que se mueve firme para siempre. La idea del infinito, de una familiaridad con el silencio, sólida, indisoluble e irrompible; la idea de una existencia inmutable, felizmente diaria, simplemente simple; la idea de una soledad sola, y todo el resto mudo; esta es la idea … ”

A veces me pregunto si es mas hermosa la imagen o el comentario … ese movimiento que se mueve para siempre … ¡y Aristóteles se revuelve en la tumba!
En cuanto a “Muerte en Venecia”: ¿es Mann o Visconti el cuento más bello?

Preguntas racionales, aristotélicas … ¡no tienen sentido en el territorio de la locura!

PD Atención: en el territorio del arte puedes perderte; es más grande que una galaxia ¡Pero no tengas miedo, siempre estás en casa y te darás cuenta de que no sabías que tenías una casa tan grande!