Dialogo Gustavo y Renè
Traduccion de Elisenda Solis Barba
Renè. A veces estoy cansado de mi trabajo: ayudar a otros con psicoterapia. A menudo pienso que los cambios que observamos en cada uno de nosotros son solo variaciones de un tema: el tema no cambia, solo cambian los adornos, como en la música, a veces el tema se disfraza y parece ser algo diferente, a veces cambia el tono, cambia el contexto, la edad, las personas con las que tratamos. Pero la sustancia sigue siendo eso: un descontento especial, personal y auténtico con nosotros mismos y con la vida que vivimos. En cuanto a los optimistas que dicen sentirse bien y nos invitan a disfrutar de la existencia, a menudo creo que su tema es el de construir mecanismos de defensa contra el “dolor de vivir”.
Gustavo. ¡Viva el pesimismo! Por otro lado, un terapeuta ciertamente no puede ignorar a Freud … y a Schopenhauer que lo inspira.
R. Pues si! Freud incluso reconoce a Schopenhauer como el verdadero inventor del psicoanálisis. Pero nunca estudié el tema en profundidad.
G. De hecho, ambos comparten la misma filosofía que es casi la misma que la de nuestro gran Leopardi, erróneamente considerado como poeta y no como filósofo. El mundo como la voluntad de Schopenhauer, el Es de Freud, la naturaleza madrastra de Leopardi, son tres formas de ver el mismo punto de vista.
R. O Naturaleza, o Naturaleza, ¿por qué no haces lo que prometes? ¿Por qué engañas tanto a tus hijos?
G. Sin embargo, objetaría con el gran Leopardi que la Naturaleza nunca le ha prometido nada a nadie: ¡es como siempre ha sido y probablemente para siempre! Pero la grandeza del filósofo poeta es precisamente la de haber identificado en la capacidad imaginativa y en la tendencia a la ilusión de la raza humana esta eliminación del sentido de la realidad que, tanto él como Schopenhauer como Freud, nos devuelven amargamente. Como puedes ver, ¡tu pesimismo tiene precedentes ilustres!
R: entonces ¿cuál sería la “Realidad” según ellos?
G. En mi interpretación de su pensamiento, es que todo el Universo, y por lo tanto también lo que llamamos Naturaleza, es una expresión de una Voluntad de vivir a cualquier cueste y, sobre todo, a cuestas del individuo que no se considera un ser privilegiado como en la visión cristiano judaico; la naturaleza tiende a satisfacer la necesidad de supervivencia de la especie, a cualquier cueste, sacrificando continuamente al individuo que sufre y muere en la indiferencia de la naturaleza, de hecho, la muerte representa una renovación de la especie, revitaliza la especie: cada primavera, hojas y flores nuevas y vitales: este es el mundo como Voluntad del filósofo alemán, el Es de Freud, la madrastra Naturaleza de Leopardi y luego viene Nietzsche que continúa la historia.
R. Según este trasfondo filosófico, la etiología sexual de la neurosis según Freud es más clara: la sexualidad, junto con la agresividad, que nos proporciona la naturaleza para defender a la descendencia, son las herramientas más importantes de la especie para sobrevivir y, por lo tanto, son esas que gobiernan nuestra psique de manera dominante. Freud docet!
G. Una conexión excelente que restaura el valor del descubrimiento freudiano de la sexualidad y las neurosis, que se origina en una sociedad reprimida como en la cristiana.
R. ¡El cristianismo y la moral represiva que ha condicionado nuestra psique durante siglos! ¡Creo que es una de las mayores fuentes de sufrimiento humano! Cada uno de nosotros vive en la esperanza de vivir felizmente, proyectando en el futuro una realización personal que se siente distante en el presente; y muchos piensan que encontraremos esta felicidad solo en un más allá o en una vida futura. ¡La esperanza es la última en morir!
G. Precisamente por este motivo, deberíamos meditar en el pensamiento de Nietzsche, quien observa que el genio de la visión cristiana fue justo el de prometernos la supervivencia después de la muerte y la felicidad eterna… Si no hacemos mucho sexo … Mejor aún, si no lo hacemos en absoluto. Todo se dirige entonces hacia la llamada salvación del alma. En cuanto a la esperanza, elevada a la virtud teológica, creo que el dicho popular es más sabio que la teología suprema … el que de esperanza vive …
R. ¡Desesperado muere! Es increíble cómo incluso las nuevas formas de espiritualidad inspiradas en Oriente o en otras filosofías de “amor y paz” son tremendamente cristianas al mirar siempre hacia el futuro y en la necesidad de atormentarnos con prácticas de salvación que van desde la elección de alimentos hasta la represión de partes de nosotros mismos que son absolutamente naturales y el esfuerzo continuo de ser “mejores”, más buenos, más amorosos, más de todo. ¡Y es un gran esfuerzo!
G. Pero quizás es un esfuerzo que tiene sentido: evitar entender y aceptar la dimensión trágica de la vida, la que los antiguos griegos vieron claramente y que vivieron con gran dignidad, disfrutando de la vida, luchando y aceptando la muerte y el dolor, como el cervatillo que se deja comer por la bestia feroz: esta es la naturaleza.
R. ¡Pero el hombre se considera superior a la ley de la selva! Tal vez lo sea!
G. Seguramente el hombre no es un animal de la selva y, como especie, responde a otro destino. Pero no el que le asigna la Biblia, que comienza primero separando al Creador de la creación y luego, no se sabe por qué razón, crea al hombre que está por encima del resto del Universo y con el derecho de usarlo para su uso y consumo: “Sé fructífero y multiplícate, llena la tierra; somete y gobierna sobre los peces del mar y las aves del cielo, y sobre cada ser vivo que se arrastra sobre la tierra “. En práctica, el hombre está exento de ser parte de la naturaleza y de seguir sus leyes. En resumen, una ley ad personam hecha solo para hombres.
R. Pero la razón que piensa que es un ser creado a Su imagen y semejanza; ¡Es obvio que es el favorito! ¡Si no fuera en cambio que nosotros, los hombres, creamos un Dios a nuestra imagen y semejanza!
G. también desde este punto de vista, la cultura griega antigua nos enseña que este mundo nunca fue creado por ningún dios; siempre ha existido y para siempre. A lo sumo, el Demiurgo de Platón se encarga de ordenarlo y darle legislación, ¡pero no sueña con haberlo creardo!
R. ¿Qué les digo a mis pacientes? ¿Quién deberían inspirarse en Edipo o Electra, campeones de la infelicidad? En resumen, queda por definir cuál es el “destino” del hombre como especie.
G. En mi opinión, el hombre podría dejar de creerse a sí mismo como un ser especial y reingresar a la Naturaleza como una entidad entre otras miles de millones de entidades. Aceptar que entre yo y un árbol o una hormiga no hay una jerarquía que nos ponga por encima; después nos quejamos de las catástrofes naturales y tratamos de dominarlas con la ayuda de la ciencia, que es más cristiana que el Papa: nos promete el alejamiento de la muerte y siempre nuevos dispositivos para hacernos felices, o más bien para distraernos de la dimensión trágica de la vida; y crea el smartfone.
R. Propones una especie de ecología filosófica y psicológica. Aceptar y respetar las leyes de la naturaleza, que serían tan evidentes si pudiéramos observar el mundo, la vida de otros seres, las estrellas que implosionan, los tsunamis, el canto de los pájaros y de nosotros mismos que brillaremos como el sol y algún día implosionaremos. como las estrellas. Pero, ¿qué sentido tiene todo esto si no tenemos un objetivo que alcanzar?
G. ¡Ciertamente tener un objetivo nos distrae del presente y de la condición humana “natural”, y nos distrae sobre todo de la posibilidad de tener que admitir que todo esto, nuestra vida, el universo entero,…. no tienen ningún sentido! Son solo finalizados para sí mismos, existen y esto es suficiente. El existir de cualquier cosa humana o sideral no tiene que tener ningún sentido y no tiene ningún objetivo. La naturaleza se desarrolla en un tiempo cíclico donde todo vuelve sin cesar a través de innumerables nacimientos y muertes: como nos enseña la observación de las estaciones. No veo por qué solo el hombre no debería vivir en armonía con este tiempo, sin sentido de la Naturaleza. En cambio, nuestras religiones salvadoras nos ofrecen un tiempo lineal que corre directamente hacia un objetivo: la salvación de nuestra alma, el paraíso o el infierno grotesco. Es precisamente la búsqueda de un sentido que arruina nuestra existencia. Siempre mirando hacia el futuro, sin comprender que la vida es mucho más grande que nosotros para tener que adaptarse a fines que son solo una creación de la mente humana, un mecanismo de defensa, como dicen los psicólogos, que inventamos para desviarnos de la consternación que nos lleva si nos damos cuenta de que la naturaleza es “madrastra”!
R. Ciertamente, es mejor imaginar a un gran Señor que nos mira todo el tiempo, piensa en nosotros y dispone nuestro bien, y luego nos castiga si, desafortunadamente, no lo satisfacemos en lo que serían sus deseos sobre cómo deberíamos ser …
G. Pero entonces el término madrastra es malévolo y no encaja con la naturaleza que lleva a cabo su devenir cíclico. Es una tontería juzgar la realidad según nuestros deseos de felicidad presente o futura. Pero, sin embargo, lo que queda por explorar es la condición propiamente humana insertada en el contexto más amplio de la naturaleza … Entonces deberíamos hablar sobre el existencialismo.
A. Más que nada en concreto, puede significar ser mujeres y hombres más allá del condicionamiento de la visión finalista de la existencia, como dice Umberto Galimberti: el pasado es malo (pecado para los cristianos, neurosis para Freud, capitalismo para Marx, atraso para los científicos); el presente es cuidado, sacrificio, revolución y finalmente el futuro tiene la salvación del alma o de la psique o de la sociedad.
G. ¡Sí! Continuaremos la próxima vez, que ahora es tarde. … Una última cosa: en términos de la dimensión trágica de la existencia, no significa, en mi opinión, vivir en la infelicidad, sino todo lo contrario; Es la visión finalista que produce la mayor infelicidad que conozco.
R. Sí, la psique queda devastada. ¡Hasta la próxima!