Crónicas del paraíso

¡Covid llega al cielo!

Por los episodios anteriores de las Crónicas del Paraíso, ya sabemos que la idea que tenemos de un Paraíso de todo amor y paz no siempre se corresponde con la verdad. De vez en cuando, algunas turbulencias animan a los santos que viven allí, y a menudo incluso la familia, por así decirlo “real”, está de alguna manera involucrada.
Esta vez lo que agita a las almas santas no es otro que la pandemia de coronavirus, que impregna a la tierra y obliga a los pobres humanos a sacrificios como no se veían desde la edad oscura de las guerras entre católicos y protestantes. Pero esta vez los muertos no se han debido a la ferocidad de las guerras religiosas. Esta vez, el enemigo diabólico es un ser pequeño que solo Dios sabe cuándo y por qué fue creado por el Todopoderoso.
Pues bueno, muchos de los pobres ancianos que murieron a causa de este malvado virus, habiendo sido malos en la vida, tuvieron que terminar en el infierno, donde el estúpido virus habría sido un recurso importante para aumentar la aflicción de los condenados. Pero había una gran cantidad de viejos buenos y santos que deberían haber sido recibidos en el lugar de la dicha eterna. Y aquí se alzó el grande temor de muchos santos: el miedo al contagio. Hay que decir que la comunidad de santos tiene una edad bastante avanzada: algunos tienen más de 2000 años; pero aparte de estos extremos que incluyen, por ejemplo, San Pablo, San Pedro, los evangelistas y, sobre todo, la gran cantidad de cristianos que fueron destrozados por feroces bestias en la época de Nerón, el promedio de la edad de los santos se calcula en torno a 850 años. Las noticias procedentes de la Tierra sobre la edad como factor de riesgo eran inquietantes . Los grandes científicos terrestres, que saben lo que están haciendo, ciertamente no pueden equivocarse, ¿y qué hacer entonces con la llegada de los viejos justos que murieron de Covid? Los santos también estaban muy agitados por el hecho de que esos científicos terrestres aseguraban que el virus podía infectar incluso los muertos que, según la opinión de los virólogos, al no poder morir por segunda vez, ¡podrían permanecer infectados para siempre! Y por lo tanto, este fue el terror de los santos que habían pasado a la vida eterna.
En este punto, es posible objetar que el Todopoderoso podría haber desinfectado el Paraíso con alguna disposición ad hoc, o que para él crear una vacuna sagrada habría sido un juego de niños, pero hay que decir que últimamente el Creador parecía un poco deprimido, ya no se preocupaba por los humanos, santos o malditos que fueran. Circulaban rumores de que a menudo exclamaba “¡pues que se vayan todos al infierno!” o “esta humanidad ha sido un verdadero fracaso” o de nuevo refiriéndose a las calamidades que afligían a los terrícolas “No quiero saber nada más …que se las arreglen entre ellos”; o algo por el estilo.
Y por lo tanto, los santos creían que ya no podían confiar en Su Voluntad, que siempre hiciera el bien. San Ginebro, por ejemplo, a menudo murmuraba preguntas inquietantes como “¿pero quién creó este virus si no Él?”; “¿Pero por qué no hace algo para aliviar el dolor humano?”
En cuanto a San Francisco, a menudo lo enviaban al diablo por sus aperturas amorosas: cuando propuso dar la bienvenida al “hermano coronavirus” con amor, algunos de los santos más beligerantes, como San Jorge, casi lo golpearon. Por suerte, se limitaron a burlarse de él, recibiendo una mirada aturdida por respuesta: por otro lado, ¡él también se acercaba a los 800 años de edad!
En cuanto al Hijo unigénito y su Santísima Madre, como casi siempre solía hacer en tiempos de crisis paradisíaca, no participaron en las agitaciones y rara vez los vieron. Se pensaba que debían solidarizarse con la desconcertante y enigmática ausencia del Padre. Y también sobre esto san Ginebro, refiriéndose al Hijo, solía decir “¿Pero cuánto le costaría hacer un milagro como tantos que hizo en la tierra?”
En resumen, los ancianos que murieron de coronavirus esperaban afuera de las puertas del Paraíso, acostados en nubes cómodas, cada vez más llenos a medida que aumentaban los números de la pandemia, pero sin ningún consuelo, esperando entrar por justicia.

Las posiciones de los santos fueron las más variadas; Solo informo unos pocos:

Los santos médicos Cosma y Damiano, siempre en armonía con todas las opiniones, propusieron un lockdown del paraíso. No podría entrar o salir nadie hasta … pero no pudieron decir hasta cuando a causa de la dimensión eterna del lugar santo. Luego propusieron hacerles un tampon a todos antes de dejarlos entrar; pero como ya no tenían cuerpos físicos, era necesario inventar un tampón para el alma. Hasta se propuso que lo inventara algún virólogo terrestre de esos que siempre salen en la televisión y que parecen saber todas las respuestas; pero estos científicos resultaron ser todos ateos o cristianos solo por conveniencia y, por lo tanto, no pudieron ser consultados.

Más astuto, San Pablo dijo: “…. estos presuntos viejos santos habrán cometido algún pecado en sus vidas, no sé, algún pensamiento lascivo o alguna pequeña malicia … o sea que si endurecemos la legislación celestial con decretos especiales de emergencia, los enviaremos a todos al infierno y no se hablara más de eso! ” Pero la propuesta fue rechazada por casi todos los santos, que temían un efecto retroactivo de estos decretos y, nunca se sabe, podrían perder su condición privilegiada.

San Pancracio fue apodado “el imprudente”, no solo porque le fue cortada la cabeza por Diocleciano cuando tenía 14 años debido a su fanatismo religioso; sino sobre todo por sus ideas extremas y a menudo subversivas, que ya no podían atribuirse mas a la furia de su corta edad visto que acababa de cumplir 1716 años. Argumentó firmemente que esta estúpida gripe china (¡así la llamó! ¡Se negó a llamarla “covid 19” alegando que este nombre exótico favorecía a las creencias sobre su misterioso poder mortal!) fue obra de Beelzebub en persona, quien aprovechando maliciosamente el momento de crisis que atravesaba el Todopoderoso, inculcaba en científicos y políticos terrestres planes estratégicos para arruinar a la humanidad, usando perversamente el mismo medio utilizado por la Santa Iglesia, o sea el miedo a la muerte. Así que habia que dar la bienvenida a los viejos muertos que esperaban afuera porque no había peligro.

San Girolamo también concordó con recibir a los difuntos, pero por una razón completamente diferente, es decir, que el contagio seria una oportunidad de expiación para todos, terrenales y habitantes del Paraíso. Estos últimos, en su opinión, se habían relajado excesivamente y durante siglos ya no practicaban ningún tipo de auto castigo como corresponde a los santos. En cuanto a los terrícolas, era absolutamente apropiado que vivieran con miedo para poder redimirse de sus pecados.

Finalmente, San Pedro, que es el jefe de los nuevos llegados, no sabía qué era mejor y esperó en vano algún decreto del Señor Soberano que, con su omnisciencia, era el único que podría resolver el problema y pidió una audiencia todos los días. Los Arcángeles secretarios , sin embargo, pospusieron la solicitud todos los días porque, dijeron, El estaba muy ocupado con problemas mucho más serios que afectaban a los planetas de la galaxia 23.836, y no tenía tiempo para estas pequeñeces humanas.
Entonces San Cosma y Damiano, que disfrutaban de la estima de todos como científicos, pensaron en crear un comité que pudiera manejar la crisis y propusieron que participara nada menos que Hipócrates. Sin embargo, este estaba en el paraíso de los paganos y las relaciones con el Olimpo se habían interrumpido desde hacia siglos, ¡precisamente después del edicto de Constantino, que el supremo Júpiter maldijo como una alta traición de los humanos!
Pero el momento era dramático y tal vez si Santa Clara, quien, a pesar de sus 767 años, continuaba siendo muy bonita, hubiera intercedido con Júpiter (quien se sabe, incluso después de milenios, seguia siendo un mujeriego empedernido), se podría tal vez obtener la opinión del gran médico de la antigüedad.
¡Y el golpe tuvo éxito! Después de un cabreo inicial, el sumo Júpiter no pudo resistir las gracias de la santa cristiana y permitió a Hipócrates de ser parte del comité científico que, desde ese momento, se convirtió en el verdadero gobernador del paraíso.
Las medidas impuestas por el comité científico fueron firmes y decisivas: los viejos fueron aislados en una nube; los santos fueron forzados a usar herramientas extrañas para ponerse, importadas del paraíso taoísta; y luego la peor de todas las medidas: ¡la cafetería Lavazza se cerró para evitar infecciones!

Los santos que nunca tuvieron que acercarse unos a otros, comenzaron a quejarse: que esta no era una vida paradisíaca sino un purgatorio y decidieron convocar a una asamblea general, donde todos estuvieron de acuerdo y donde el comité científico comenzó a predicar todos los peligros terribles que correrian los santos. No se llegó a nada hasta que San Hugo, un santo ordinario que amaba la vida oculta y humilde, y que no tenía una gran reputación, pidió hablar y subió al escenario de la dirección, y abandonando su timidez habitual exclamó en voz alta:

“¡Covid 19 es una monstruosa cagada!”

Tuvo 72 minutos de aplausos. El comité se disolvió, Hipócrates fue enviado de regreso a las laderas del Olimpo; los viejos fueron recibidos y no pasò nada.

PS el final se refiere a una película comica italiana sobre un personaje muy especial: Ugo Fantozzi