Compasion (en castellano)

Hurgando en los archivos de mi computadora, encuentro un archivo de hace muchos años (creo que más de veinte): es una historia corta, y no sé si es una experiencia vivida o una invención de los cuarenta con ganas de escribir. Y el título me sorprende: compasión. Y si tuviera que redefinirlo hoy, no encontraría otro término que compasión.

Compasión

Era extraño ver a esa mujer mayor, sola, raída, sentada en una mesa en el bar de los suburbios: me preguntaba dónde consiguió el dinero para pagar el helado que tenía delante. Pudo haber sido una mendiga, y tal vez lo era. Pelo blanco, sucio, desarreglado; y luego los calcetines de hombres que le cubrían las piernas hasta las rodillas y debajo un par de pantuflas. Un vestido rasgado y una chaqueta usada, como su rostro lleno de arrugas.
Sin embargo, su mirada me golpeó. En esa mirada estaba toda su vida, su miseria, su soledad y sobre todo sus recuerdos, confusos, nebulosos pero vivos, presentes como esa mirada llena de misteriosa melancolía.
Comenzó a comer el helado con gusto, con esos largos movimientos de una boca desdentada. Qué bueno! Estaba disfrutando como un niño; su mundo se cerró en el espacio entre el helado y su boca, en ese momento no había nada más: el ruido de la habitación, las otras personas, la calle afuera, ahora ya no tenían sentido. Nada podría volver a encender una esperanza, ya nada podría hacerle bien o mal: ¡todo ya había sido vivido tantas veces!
El helado estaba a punto de terminar, pero a ella no le importaba; incluso la última cucharadita parecía ser la primera. Luego cerró los ojos, y pensé que ya no podía permanecer encantado frente a sus ojos inmersos en su mundo; pero no fue así. No sé si estaba dormida, sentada en esa silla, o si se había hundido por completo en su viejo y misterioso pasado; pero ella estaba presente como antes, llena de su soledad, tierna como una niña, calmada como alguien que ya no desea nada, satisfecha como alguien que no conoce la diferencia entre alegría y dolor.
Quería hacer algo por ella, tal vez quería abrazarla, preguntarle algo, hacerla sentir menos sola … pero también cerré los ojos, y la vi en mi corazón: sentada sola, misteriosa, llena de un viejo pasado donde todo ya se había vivido tantas veces … pero no en vano; de hecho, cada vez una huella permanece en el corazón.
Esta vez queda en mi corazón esa anciana con mi ternura, con el deseo de abrazarla, con sus ojos profundos y su helado de fresa.

Una reflexión de hoy (25 diciembre 2017)

Y hoy me pregunto qué es la compasión; hoy en día, en que los inmigrantes mueren en el mar, que un presidente estadounidense estúpido esparce la pólvora en Palestina y algunos, incluso figuras políticas más estúpidas en Europa, intentan proteger sus riquezas, gimiendo como niños a quien les quieren quitar de la mano el juguete favorito, me pregunto cuánta compasión necesitamos hoy, compasión para ofrecer no solo a los inmigrantes, sino también a ese presidente estúpido y esos políticos rampantes que protegen a su gordo pueblo contra esos muertos el hambre o de la guerra.
¿Que es la compasión? olvidemos las etimologías que todo el mundo conoce incluso sin haber estudiado griego antiguo. ¿Es una forma de empatía, es decir, ponerte en el lugar del otro? Sí, de alguna manera; pero es mucho más porque la compasión es una manifestación de amor, amor por los que sufren, por los que se sienten afuera de un mundo que no comparten. Y, sin embargo, es algo diferente del sufrimiento que veo en el otro. La compasión no es un contagio del dolor (es contra este contagio que el gran y terrible Nietzsche tronó para despreciar la compasión); en cambio, siento que la compasión tiene lugar en nuestros corazones cuando el amor abarca el sufrimiento. Se dice que el amor es esa fuerza que mantiene las cosas juntas, todas las cosas en el universo. El amor no puede limitarse solo a nuestras relaciones interpersonales; cuando se expande puede abarcar todo, pero todo.
El Todo, es decir, todo lo que existe en el Universo, se divide en los opuestos que constituyen la realidad: el bien y el mal, la oscuridad y la luz, el placer y el sufrimiento: maestros antiguos como Eráclito y Lao Tse lo han enseñado y también nos señalan la idea de que esto es una ilusión porque los opuestos son, en realidad, una unidad. ¿Es imposible entonces que solo haya el bien o simplemente luz como nos gustaría cuando luchamos contra el mal o la oscuridad? Luchar contra la mitad de la realidad desplegada en la otra mitad, es decir, luchar contra el presidente estadounidense o contra esos políticos estúpidos es algo meritorio y animado por una forma de amor por los demás. Sin embargo, pretender aniquilar esa mitad de la realidad significa querer la muerte de toda la realidad, como si quisiéramos aniquilar un dolor de estómago apuñalando esa parte del cuerpo que duele: ¡un suicidio en resumen!
El sufrimiento afecta a todos, pero a todos, y no nos gusta, nos gustaría aniquilarlo, es natural; esta actitud también es parte de la realidad.
¿Y entonces? El amor a la belleza, a las personas deseables, al placer, es amor a medias: el amor a media no es amor, sino más que todo un deseo e implica que no queremos reconocernos a nosotros mismos como parte del Todo. Ese “amor fati” que el terrible Nietzsche nos ofrece y que significa amar la realidad tal como es, como ha sido y cómo será, con todo lo bueno y todo lo que se llama maldad es un valiente viaje hacia una comprensión alta y desconocida para nosotros hombres y mujeres partidos por la mitad entre el bien y el mal, entre el placer y el sufrimiento. Pero no es suficiente solo entender. Uno no camina con una pierna sola; sin amor y compasión, que viene a ser la otra pierna y es una de las manifestaciones de ese amor.
Por lo tanto, la compasión es amor por la otra mitad de la realidad que rechazamos injustamente y nos gustaría eliminar de nosotros como los barcos de los migrantes. El amor está dejando que la otra parte indeseable entre en nuestros corazones y la ame como amamos las cosas que nos dan placer. El amor es tal vez la clave para ir más allá de la separación, hacia el Uno, la realidad inseparable. El amor es un placer profundo y alegre, especialmente cuando abraza a esa anciana mendicante o al presidente estúpido, cuando abraza todo, todo.
Feliz ano nuevo

Un agradecimiento a mi amigo Jorge Guedes que estuvo a cargo de la traduccion