Dialogo
Renè: A veces me pregunto: ¿qué sentido tiene la vida?
Gustavo: Entonces primeramente, debieramos definir que entendemos por sentido. En segundo lugar, si, como muchos creen, el sentido de la vida es el de satisfacer los propios deseos.
R: ¿Propios? “propio” significaría que estos deseos serían el resultado de una creación interna, el nacimiento de algo original, nuestro, nuevo, como una nueva criatura. Pero si en cambio reconociéramos que todos nuestros deseos hubieran sido fueron inoculados cuando éramos niños por nuestros padres, educadores y por la sociedad, de acuerdo a una jerarquía de valores tradicionales: hogar, familia, dinero y prestigio, etc. , entonces, realizar esos deseos, qué implicaría? Haríamos depender nuestra propia realización, que, con otras palabras, seria encontrar el sentido de nuestra vida, de la realización de deseos que ni siquiera son nuestros . Si así, fuera, cuan penoso seria, y entonces se explicaría quedamos con este vacío de sentido.
G: Quieres decir que, en resumen, no estamos inquietos porque nos parece que nuestra vida nos parece que no tiene sentido, sino porque no podemos encontrar nuestro Deseo, el auténtico, parido por nosotros mismos? Y que si lo encontráramos, reconociendo el camino que nos lleva a su realización, el vacío de sentido se llenaría?
R: Sin embargo, me parece que estamos trivializando el tema del sentido de la vida, asociándolo con el deseo y su satisfacción. ¿Será así? o este sentido no se encuentra en la realización de un deseo, sino en algo más grande, ni siquiera traducible en palabras. Algo relacionado a lo que dicen los místicos , es decir, que el sentido de la existencia se encuentra cuando estamos “poseídos” por lo divino.
G: Justo estas confirmando que el deseo es el camino, y el punto de llegada seria el sentido ; ¿Por qué Acaso querer ser poseído por lo divino no es también acaso, un deseo?
A: Está bien, en este caso tienes razón; pero dije al principio, con el ejemplo de los místicos, que podría haber otro camino hacia la autorrealización que no sea el deseo.
G: Entonces aquí presentas a nuevos actores en la escena, por empezar la , “realización” o autorrealización . Quiere decir que el sentido de nuestra vida, el objetivo final seria la autorrealización. Pero te pregunto qué es la realización; ¡y me dirás “conviértete en ti mismo”, reconocer quiénes somos en profundidad, podríamos decir ontológicamente! Pero aquí surgen las complicaciones : porque, quienes somos ontológica o profundamente o esencialmente, usemos la palabra que queramos, es un debate colosal entre filosofías, religiones, Oriente, Occidente, etc. Y si no sabemos cuál es nuestra naturaleza profunda, ¿cómo podemos aspirar a ella? ¿Cómo la representamos, cómo la sentimos y cómo debe convertirse en el objeto, o más bien el sujeto, de nuestro deseo esencial ?
A: ¡Y siempre vuelves al deseo! Si queremos ser coherentes con lo que dijiste antes, ¡el deseo nunca puede identificarse con el “sentido”; no puede ser! También porque el deseo es un tormento, tiene que ver con algo que nos falta y por lo tanto nos sentimos deficientes, necesitados. ¿Cómo podría ser este el Sentido, que todos imaginamos como algo positivo, satisfactorio en el que debemos encontrar la paz y ciertamente no un sufrimiento doloroso?
G: ¡Por supuesto! El sentido sería la realización del deseo y el deseo, en cambio, es el camino, el camino … Tal vez incómodo o doloroso? ¿Y qué quieres hacer? Quizás el premio final será más apreciado si se produce como resultado de sacrificios y tormentos por desear cualquier cosa : cosas pequeñas o muy grandes.
R: ¡Oh Dios mío! también permites que Dios mismo entre en escena y la consecuente visión escatológica: la vida es un asco pero, en el mas allá, será una maravilla allí; aprieta los dientes hasta la muerte. Incluso Platón pensó eso; por lo tanto, estamos en buena compañía junto con toda la cristiandad.
Pero no se puede negar que si realmente hay un Dios, sería un poco ‘sádico si reserva a sus criaturas un camino de espinas y piedras, para llegar a la casa deseada: el palacio de nuestro ser esencial, profundo, alma, centro según como queramos llamarlo.
G: Es que no tenemos un conocimiento cierto sobre nuestra identidad o “identikit” de nuestro ser: para desear algo, hay que tener un conocimiento de lo que se desea ; a menos que creamos a esos sabios o santos, que hablan de “un llamado” que crea un deseo de responder a él, y luego, un día, por arte de magia, te encuentras dentro, sí, justo dentro de tu ser esencial, precipitado en el fondo de una trampa cubierta de hojas en el medio de un bosque.
A: Uno cae y se encuentra, inmaculado, en el más espléndido y suntuoso de los palacios … ¿Y quién lo hubiera imaginado? ¡Un llamado de alguien detrás de escena que no se muestra y que tiene el poder encantador de las Sirenas para ser seguidas sin ser vistas, produce en nosotros el profundo deseo de seguir las instrucciones de esa voz, en la cual “creo” porque tengo “fe”!
Una historia fascinante y bien construida con un final feliz, naturalmente con esa caída torpe en el ser como en le fondo de una trampa, y la sorpresa, parecida al final del Mahabarata, de estar en el palacio …
Pero todo esto me deja perplejo. En resumen, para decirlo sin rodeos, la entrada de Dios en la escena, su escatología que tal vez traiga consigo las religiones, lleva como consecuencia que para descubrir el Sentido de nuestra existencia debemos ser “creyentes”; de lo contrario, la vida no tendría sentido?
G: sabes muy bien que creo en el razonamiento filosófico más que en alguna revelación a la que uno se dirige por medio de la fe. Pienso más bien en algo desde un punto de vista secular, sin tener que creer en ninguna revelación: uno puede apuntar hacia una dimensión más grande de sí mismo o mejor dicho, de su percepción de sí mismo.
A: Pero también esta dimensión mas grande de nosotros sigue siendo misteriosa y se esconde y, aunque se percibe como más grande, oculta su rostro? (eso quieres decir?).
G: Acabamos de entrar a un laberinto al final del cual no hay una revelación del Sentido de la vida, sino un Minotauro que come y anula todo nuestro discurso. Ahora bien: entiendo algo nuevo y es que la búsqueda de sentido no tiene sentido, es como hablar de algo nacido de la nada y el error se deriva del tormento del deseo que nos lleva a querer encontrar sentido, no para una búsqueda desapasionada de la Verdad, sino encontrar una satisfacción única y definitiva de nuestros múltiples y diarios tantos deseos. Como dijo Nietzsche … “¡un capricho a la mañana un capricho por la tarde…”
A: Entonces dices que nuestro vivir llenos de deseos nos hace imaginar y producir un gran y decisivo deseo que resuelva todos los “falsos” deseos . ¿Pero será una simple imaginación o una realidad?
G: ¡Creo que es solo una piadosa imaginación! En este punto el tema se mueve definitivamente sobre el deseo: mientras vivamos en el deseo y, por lo tanto, estemos atormentados, deseamos la paz que creemos que vendrá cuando descubramos algo que no es nada y por lo tanto no existe: el significado de nuestra vida.
R: el deseo, por otro lado, es querer algo que falta , algo que no existe todavía , es decir, no aceptar las cosas como son y desear otras que estén más en armonía con nuestro placer o nuestra felicidad imaginaria.
G: Por lo tanto, si aceptamos las cosas tal como son y nosotros mismos así como somos y aceptamos además que las cosas cambian así como cambian y no deseamos nada más, podríamos reconocer el “amor fati” de Nietzsche: “No quiero nada diferente de lo que es, no en el futuro, no en el pasado, no para toda la eternidad. No solo soportando lo que es necesario, sino amándolo “.
A: Hermoso reto: la vida es como si no fuera ni buena ni mala ni justa ni injusta; es como es! ¡Y no tiene sentido! Porque el concepto del sentido NO es pertinente para la Vida, sino para nuestra pequeña mente insatisfecha que busca una felicidad que los deseos prometen …
G: y en cambio está en las cosas, es en nosotros mismos , si entendemos que somos parte del Todo y al Todo, muchos todavía lo llaman “DIOS”…Heráclito lo define como : día y noche, luz y oscuridad, hambre y saciedad y así sucesivamente.
R: y estúpidamente solo queremos el día, solo lo bueno, solo el placer, solo felicidad e imaginamos un futuro donde esto sea posible
G: ¡Y perdemos el presente! Pero aquí le preguntaría al psicólogo: ¿cómo vives sin deseos?
A: quizás, entonces seria mas útil el filósofo para encontrar adentro nuestro el “amor fati “ de que habla Nietzsche ….
¡Pero hablaremos de eso otro dia !